Esto es una prueba de cómo podemos hacer un ejercicio en el que los jóvenes lectores combinen relato y dibujo. Escribí un microrrelato muy gráfico, imaginando las escenas una a una para luego dárselo a ellos y que intentaran reducirlo y transformarlo en cómic o en una novelita gráfica. Ya veremos cómo sale...
RELATO PARA COMIC
Llueve. Yo, Tony detective
de Maine Street me dirijo a una nueva misión.
La calle vacía se ofrece
ante mí, reluciente bajo el agua, mientras voy caminando ensimismado, con las
manos en los bolsillos. Hace frío. Es una noche de Enero.
La ciudad duerme tranquila.
Bajo una farola me paro y enciendo un cigarrillo, sé que apenas se me percibe
en la oscuridad de la noche. Gabardina negra, sombrero oscuro de ala ancha...lo
justo para ser invisible.
Miro hacia arriba, al
edificio de enfrente. Sólo hay una luz encendida que se ve desde una ventana.
Es tarde. Las 3.45. Comienzo la vigilancia.
Se escuchan unos pasos
rápidos en el silencio de la calle. Me oculto entre las sombras. Un hombre se
acerca hacia el edificio que yo vigilo. Se detiene frente al portal y mira
hacia arriba, a la ventana que yo vigilo. Sin esperar, pasa tras echar un
vistazo leve a la calle.
Decido darle unos minutos de
ventaja. Tiro el cigarrillo a medio consumir y corro hacia el portal. Es una
entrada vieja, de los años veinte, con una escalera bastante cutre que lleva a
las viviendas. Subo de dos en dos los escalones. Suena un grito y luego un
disparo. Acelero el paso y llego a la puerta del piso en cuestión. Está
entreabierta. La empujo suavemente. Veo una salita con una silla tirada en el
suelo y nada más.
Avanzo lento y cuidadoso. El
corazón latiendo a mil por hora. No me he cruzado con nadie . Abro empuñando mi
revolver otra puerta del pequeño piso y ante mí aparece la dueña del grito.
Yace tirada en el suelo, los ojos abiertos, aterrados, la boca semiabierta, con
una expresión que aún deja ver casi el sonido del miedo en su mirada. La
conozco. ¡Mierda¡ algo ha salido mal. Se suponía que estaban juntos en esto…¿a
qué viene pegarle un tiro porque sí? Apenas han tenido tiempo de discutir nada…
Podría describirla con los ojos cerrados: joven, no más de 22 o 23 años, cualquiera
hubiera dicho que bella si no tuviera esa expresión de horror ahora; sin
maquillaje parece mucho más joven, mostrando una piel blanca y aterciopelada, en
la que destacan unos labios carnosos, con una melena castaña cayéndole por la
cara, que no le tapa del todo unos ojos de un extraño color verde-uhmmm- así que ésta eras tú de verdad…- me digo a mí
mismo mirándola aún, en los brevísimos segundos que tardo en llegar a ella para
ver si aún respira. Pero sé que no, que no debería ni molestarme. Mas ya se
sabe...deformación profesional. En mi cabeza aún resuena su cálida voz, sus
palabras falsas de hace tan sólo unas semanas, y revolotea una imagen en mi
mente de una diosa en satén negro sonriéndome con picardía…-¡ Maldita sea¡-… -¡
tenía que haberlo previsto¡-…Ahora, mirándola a ella todo me parece
surrealista…y algo parecido a la tristeza me roe por dentro… Mi parte de
detective observa detalladamente la escena para que no se me escape nada, antes
de que llegue la policía y “arrase” con todo. La víctima va vestida con una
combinación negra, un poco transparente, demasiado lujosa para alguien como
ella. Un regalo, sin duda. Encima de la cama hay una maleta vieja con un poco
de ropa, hecha con prisas. A su lado, una rosa roja. Al verla algo se me
remueve por dentro y noto un nudo en el estómago…
En un flash involuntario, la
memoria da unos pasos atrás...
Oficina de Maine Street.
Cualquier día de la semana. 13.30h. Unas semanas antes.
Mi despacho es una pequeña
habitación un tanto cutre, a la que yo llamo “Oficina”. En realidad, su
personalidad se la dan una gran mesa de madera oscura, unos archivadores
metálicos a la espalda, un par de sillas frente a ellas para futuros clientes,
mi estupendo sillón y un perchero. Ah, y cómo no, un viejo sofá que a veces
hace las funciones de cama cuando se avecina una mala noche...Esta es mi
madriguera, mi refugio...
Son las 13.30h. de un día
soleado y apacible, aunque frío. Me
dispongo a zamparme un rico bocadillo comprado en “Di Franco” el restaurante
italiano de la esquina, único de todo el barrio donde me fían aún. Llaman a la
puerta con suavidad, casi con timidez. Me atraganto, guardo rápidamente la
comida en el cajón y la cerveza y me limpio, estiro la corbata, y con un
contundente “- un momento”- corro a ponerme la chaqueta para estar. Hecho esto
me dirijo a la puerta y abro. Ante mis ojos aparece la criatura más linda que he
visto nunca, “linda” es exactamente el adjetivo que la describe, una muchachita
menuda, sin maquillaje, los labios pequeños y carnosos, la nariz un tanto
respingona y pecosa, con unos enormes ojos verdes enmarcando una cara dulce de
expresión temerosa. Nunca he visto unos ojos como los suyos, lo juro… parecen
tener luz propia…Su pelo castaño lo lleva recogido bajo un sombrerito que hace
juego con un vestido claro, una rebeca de punto, las dos prendas un tanto
provincianas, pero no sé muy bien por qué, todo el conjunto provoca en mí
precisamente una sensación nueva de ternura.
Con voz fuerte y segura,
pero sin intimidarla, la hago pasar a mi oficina y le pido que se siente. La
curiosidad me mata. -¿Qué demonios hace una jovencita escapada de vete tú a saber
qué pueblo para aterrizar en un lugar como éste, en “mi lugar” concretamente? -
muevo la cabeza desconfiado. La muchachita se llama Keith, tiene 23 años, viene
de lejos, de un pueblo perdido y dice estar aquí desde hace unos meses; se
hospeda en una pensión de la calle Lincolm, un barrio suburbial no muy
recomendable, yendo hacia el norte; eso me dice mucho de ella: poco poder
adquisitivo y como confiesa ella, el sueño inalcanzable de ser actriz...
Me confiesa que trabaja en
un local nocturno de cantante, - pero eso me ayudará a formarme y me servirá
como experiencia...- se excusa. Le pregunto por qué está allí, y qué es lo que
quiere. Sin dudar, me mira a los ojos y me explica con voz clara y melodiosa,
mientras se retuerce las manos nerviosa y junta las piernas como una colegiala,
que lo que la ha traído allí es un dinero desaparecido, - mis ahorros de toda
la vida – me susurra...Un par de lágrimas ruedan por sus mejillas y noto que
eso me pone nervioso, si hay algo que no puedo soportar es ver llorar a una
mujer...y menos a alguien que tiene la cara de un ángel caído del cielo. Me
levanto y le tiendo un pañuelo de papel que ella coge tímidamente. Me fijo en
que su piel es blanca como el mármol, con unas manos pequeñas, de uñas
recortadas, como las de una niña...La insto a que continúe con su historia y
así me entero de que el robo ocurrió hace dos días, que fue en su camerino, y
que son unos cuantos miles de dólares, -pfiuuu- silbo, -producto de mis ahorros
y de una pequeña herencia,- me aclara. Todo concluye en que voy a investigar un
poco, que ya hablaremos de los honorarios, y que ya la iré informando de los avances.
(…). Acepto el caso, -afirmo- y le estrecho su pálida mano. Al tocarla siento una extraña sacudida que me recorre de arriba
abajo.
Se ha terminado el flash
back. Mi mente vuelve a la escena del crimen. Apenas han pasado unos segundos.
Oigo un ruido. La realidad me golpea de lleno. ¡ El culpable¡ salgo con la
pistola cargada y descubro la ventana del baño abierta, me asomo y veo cómo la
figura del hombre que vi entrar, ha bajado por la escalera de incendios y se
pierde en la lejanía...También sé quién es.
¿Qué hago? Lo sigo?
Demasiada distancia entre ambos ya...mi instinto de supervivencia me dice que
debo esperar a la policía, y eso hago. Además no irá muy lejos…la poli lo
vigila desde hace tiempo. Me enciendo un
cigarrillo. 15 minutos después oigo las sirenas de los coches de la policía
llegando. Los veo por la ventana.
Vuelvo a estar en mi
oficina. Estoy cansado. La policía me ha tenido en comisaría las últimas 48
horas. Una sarta infinita de preguntas y de papeleo aburrido que me ha obligado
a prometer que no me largaré fuera de la ciudad en los próximos días...No hay
mucho más que explicar. Todo está claro. El fulano ya está detenido acusado de
robo y de asesinato. -…Quizás no debería haberla convencido de que se
entregara… de que aquella fatídica noche quedara conmigo tras telefonear a
aquel odioso tipo y decirle que pasaba de él y del estúpido dinero… Quizás
debería haberme presentado en su casa sin más, y esperarla mientras ella se
preparaba en lugar de estar calándome hasta los huesos debajo de aquella
farola…Una voluta de humo sube de mi cigarrillo haciendo giros como una peonza
y vuelvo a ensimismarme recordando la historia, recordándola a ella...
9.30h. Unos días después de
la entrevista.
Estoy en el local de Kitty
La Marr, como se anuncia en la entrada, me detengo ante el cartel de su
actuación en la puerta. Poniendo los ojos en blanco, al ver la pinta, entro
decidido - ¿ local nocturno? ¿ sala de fiestas? - más le llamaría yo antro de
mala muerte...-Lo primero que me recibe es una sala no muy grande, con algunas
mesas y sillas destartaladas, manchas de humedad en las paredes oscuras, y un
rincón con una barra larga de madera agrietada, territorio de un enorme negro
que hace las veces de camarero o de gorila, según los casos...Al fondo un piano
y cómo no, una imagen a tamaño natural de Kitty como atracción central. Aparece
como una venus, nacida de la nada, embutida en un sugerente vestido de satén
negro, al estilo Gilda, con medio corte lateral y escote pronunciado, que deja
al descubierto su extraordinaria piel nívea en una larguísima pierna que asoma
provocativa...y esos ojos, verdes llameantes, brillando sobre sus labios
rojos... una sensación de mareo me embarga nada más verla en el dibujo..-.¿qué
narices me pasa?- ¿ Acaso no he visto mujeres hermosas como ella o más, a lo
largo de mi dilatada carrera? ¿Por qué me siento como un colegial?...- No sé
por qué, pero me pongo de mal humor.
Apenas hay clientes. El
dueño sale a recibirme. Ufff- huele a mafioso que tira de espaldas...- no puedo
decirle quién soy, todavía no. Eso me cerraría muchas puertas, y más viendo el
sitio en el que ella trabaja. Una voz melodiosa irrumpe en la sala, y todo se
hace silencio. Es ella. Ahí está. La luz mortecina acompaña su silueta de “femme
fatale” inalcanzable,- ¡dios¡- ¿seguro que es esa diosa la chica provinciana
que estuvo sentada hace días en mi despacho? Esa que se contonea suavemente al
compás de la música, subida en unos tacones de vértigo y que sacude la melena
castaña con un guiño?- ¿Qué ha pasado con
mi chica de pueblo? -
Tras la actuación me lleva a
su camerino y me vuelve a recontar lo que ya sabía, el dinero, la herencia, la
bolsa en la que estaba todo...Ante los demás, yo me hago pasar por un pariente
lejano, y así su jefe no nos importunará demasiado. Echo un vistazo por la
habitación. No hay mucho. Mesa, silla, lámpara y biombo. Esto es todo. Bien,
hora de irse. Lamentándolo profundamente me despido de ella que me vuelve a
rozar con su cálida mano.
Han pasado dos días desde mi
visita al “local nocturno”. Lo he recorrido de
punta a punta y no he encontrado nada raro. Quien se haya llevado el
dinero sabía dónde estaba y cuándo cogerlo, la cerradura estaba intacta y nada
fuera de su sitio…Decido ir a la comisaría del distrito. Voy a ver a mi amigo
el sargento York, necesito que me informe un poco sobre el dueño del local.
Intentaré dejar a Keith al margen.
Unas dos horas después en la
oficina. 17.45
No me gusta lo que me ha
dicho. Antecedentes. Hurtos. Líos con la mafia a bajo nivel...Un tipo
peligroso. El sargento York me ha contado que hace unas semanas hubo un robo en
un banco al sur de la ciudad y que “casualmente” a dicho tipo se le ha visto
deambulando por allí con sus compinches...y que también “casualmente” según los
testigos, había una mujer entre los sospechosos. Una mujer aparentemente joven
y que dejó ver sin querer, una mano pequeña, de piel extremadamente blanca...Un
escalofrío me recorre…Sé de quién se trata. Sé que la desesperanza me rebosa
por dentro. Sé que me ha engañado y mentido como a un imbécil. Y en mi cabeza
van encajando las piezas del puzle…Su llegada a mi despacho…Su apariencia
aniñada y desprotegida…su belleza infantil y turbadora…la verdad se abre como
un latigazo en mi mente…su objetivo: yo. Conseguir que un aliado de la poli, un
detective de cierto renombre vea como víctima a la verdadera ladrona, que le
ayude a encontrar un dinero robado que su propio socio le ha quitado, y todo
con la mayor y más absoluta discreción y mi más estúpida ignorancia…Le he
pedido a York que me deje unos días hasta que vayan a por ellos. Sé que los
vigilan. -Un favor personal- le digo.
Han pasado varias noches
desde mi descubrimiento. He acudido al local cada noche a verla actuar y a
ganarme su confianza…Tengo un plan.
1.30h. Llueve. Sala de
fiestas. Actuación de Kitty.
Todo está dispuesto. Me
siento como un caballero medieval que quiere salvar a su dama y todo me parece
un poco patético, hasta yo…llevo una rosa roja que quiero entregarle a Keith
tras la actuación pero ¿qué le voy a hacer? A estas alturas descubro que soy un
romántico empedernido… Así son las cosas... mi sentido común me dice a gritos
que me largue y que deje a la poli hacer su trabajo, pero…¡ qué demonios¡-
La actuación de Kitty
terminó hace unos minutos. La estoy esperando en el camerino. Me acabo la copa
de un solo trago. Ya no busco el dinero robado. Posiblemente lo tenga ese
tipejo que siempre la vigila con ojos astutos, y cuya única razón haya sido la
de utilizarla para llevarse el doble, su
parte y la de ella. Cuando entra y me ve allí sentado no se sorprende. Hace
noches que hago casi lo mismo. Trae un cigarrillo entre los labios rojos y me
pide fuego. Cuando se acerca no puedo evitar un hormigueo en el estómago al
sentir esa mirada verde sobre mí…y cojo aire. Le cuento todo lo que sé, si no
me sale mal y tal y como nos vamos conociendo, no dejo de tener un leve atisbo
de esperanza de que confíe en mí, y de que se entregue. Está callada, mirándome con esos ojos profundos que tiran de
mí hasta perderme…ni siquiera lo ha negado…le tomo esas manos, blancas,
pequeñas, como de niña, y por un instante sólo hay ante mí la muchachita
ingenua que vino a comerse el mundo un día…Se sienta derrotada en la silla
frente al despintado tocador, ya no es la diva que antes seducía al
personal...Y yo me siento ganador.
Hemos quedado dentro de un
par de horas. Tiempo suficiente para que pueda salir de aquí sin levantar
sospechas, y poder recoger sus cosas de la pensión. Yo la esperaré en la calle,
al pie de la farola que hay enfrente. Basta con que llame a su socio y lo
despache diciéndole adiós y que la deje en paz. Que se larga de allí y que no
quiere saber nada más. Del resto me ocupo yo.
Momento actual. Sigue la
lluvia. Un par de horas después.
La policía ha llegado ya.
Algo ha salido mal. York habla conmigo y parece un apesadumbrado. El socio de
Kitty los ha descubierto y ha huido antes de que ellos pudieran darse cuenta. Se
los ha adelantado. La rabia de saberse traicionado tras la llamada de teléfono
ha hecho todo lo demás. Tiro el cigarrillo a medio encender y lo pisoteo. Necesito
varias copas. Me voy a beber a mi oficina, hasta tocar fondo, hoy no quiero saber nada más del mundo…